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Bajo el concepto socialismo utópico (en alemán, Frühsozialismus) o socialismo premarxista,[1][2] primer socialismo y protosocialismo se engloba a los pensadores socialistas de principios del siglo XIX anteriores al marxismo —cuyo inicio se sitúa en la fundación de la Liga de los Comunistas en 1847 y la publicación al año siguiente de su programa, el Manifiesto comunista—.[3]
Los representantes más destacados del primer socialismo son Robert Owen en Gran Bretaña, y Henri de Saint-Simon, Flora Tristán, Charles Fourier[4] y Étienne Cabet en Francia. También se pueden incluir las corrientes insurreccionalistas de Graco Babeuf, Filippo Buonarroti y los neobabuvistas y de Auguste Blanqui. Una diferencia clave con el socialismo marxista y anarquismo moderno es que los socialistas utópicos generalmente rechazan la lucha de clases y creen que las personas de todas las clases pueden adoptar voluntariamente su plan social si se presenta de manera convincente sin necesidad de una revolución social.[5]
El socialismo utópico es originalmente parte de una perspectiva de progreso y confianza en el hombre y la tecnología. Esta corriente está influenciada por el humanismo, vinculada a veces con el cristianismo. Se describe a menudo el socialismo utópico como la presentación de sociedades ideales imaginarias y/o futuristas, siendo los ideales positivos la razón principal para cambiar a la sociedad en esa dirección. Sienten que su forma de socialismo cooperativo se puede establecer entre personas de ideas afines dentro de la sociedad existente y que sus pequeñas comunidades pueden demostrar la viabilidad de su plan para la sociedad.[5] Los socialistas posteriores y los críticos del socialismo utópico consideraron que este socialismo no se basaba en las condiciones materiales reales de la sociedad existente y, en algunos casos, lo consideraron reaccionario. Estas visiones de sociedades ideales compitieron con los movimientos socialdemócratas revolucionarios de inspiración marxista.[5]
Las diferentes corrientes del socialismo utópico se disolvieron o se fueron integrando al vasto movimiento socialista hegemonizado desde la Asociación Internacional de Trabajadores (1864-1876) por las ideas de Marx y de Bakunin. Pero dejaron una impronta significativa, en particular en el cooperativismo, la socialdemocracia, el movimiento hippie, el capitalismo de Estado, el ecologismo, el feminismo, las ecoaldeas y el socialismo cristiano. A principios del siglo XX surgió una escuela de pensamiento similar que también defendía el socialismo sobre bases morales, el socialismo democrático.[6]